La 58ª Feria del Libro de Valladolid ha rendido este domingo un homenaje coral a Mario Vargas Llosa, considerado por los participantes como “una de las grandes voces del siglo XX”. El acto, celebrado en el marco del programa internacional con Perú como país invitado, ha reunido a cuatro destacadas figuras del ámbito hispanoamericano: la poeta y profesora María Ángeles Pérez, el escritor Santiago Roncagliolo, el periodista Juan Cruz y el ensayista Carlos Granés.

A lo largo de más de una hora, los ponentes han ofrecido un retrato complejo, personal y profundo del Nobel peruano, repasando su obra narrativa, su pensamiento político, su dimensión pública y su legado intelectual.

Una literatura que transforma

La intervención de María Ángeles Pérez, catedrática de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Salamanca, ha sido la encargada de abrir el acto con una defensa apasionada de la capacidad transformadora de la obra de Vargas Llosa. “Leerlo cambia la vida. Nos obliga a pensar, a desorientarnos, a vivir en la complejidad”, afirmó.

Pérez López ha reivindicado la arquitectura narrativa de novelas como La Casa Verde o Conversación en La Catedral, donde confluyen múltiples voces, tiempos y espacios. Destacó que Vargas Llosa no solo escribía historias, sino que generaba experiencias de lectura “activas, densas, casi físicas”. Y señaló que, para él, la literatura fue siempre una forma de fraternidad y resistencia frente al poder.

Roncagliolo: “Fue imposible escapar de su sombra”

El escritor peruano Santiago Roncagliolo ha ofrecido una intervención marcada por la cercanía generacional. En su alocución ha recordado cómo la figura de Vargas Llosa resultaba ineludible para los autores de su país: “Era el único escritor peruano que todos habían leído. Los editores, los críticos, los lectores, todos te comparaban con él”.

Pese a esa presión, Roncagliolo ha subrayado la generosidad del Nobel con los jóvenes autores y su inagotable ética de trabajo. “Fue un referente, pero también un hombre cercano. Nunca dejó de escribir con rigor. Podía pasarse años buscando una sola frase”, señaló. También ha evocado su capacidad de llenar auditorios como un político o una estrella del rock, y su omnipresencia en los medios: “Salía el mismo día en El País, ABC y El Mundo. Y aun así, seguía escribiendo como si no lo conociera nadie”.

Juan Cruz: “Vivió como si estuviera escribiendo”

El periodista y editor Juan Cruz, que acompañó durante décadas a Vargas Llosa, ha trazado un perfil íntimo del autor. “Fue una de las personas que mejor supo hablar con los demás. Cercano, lúcido, disciplinado. Vivió como si estuviera escribiendo”, afirmó.

Cruz ha recordado su compromiso con el periodismo, su defensa constante de la libertad y su participación activa en debates sociales y políticos. También ha dedicado parte de su intervención a destacar el vínculo literario que mantuvo con Gabriel García Márquez, más allá de sus desencuentros personales. “Nunca dejó de admirarlo, ni de elogiar su obra. Entre ellos, la literatura estaba por encima de todo”.

El periodista también ha rememorado el viaje que ambos compartieron a Palestina en 2005, donde el Nobel ejerció como reportero y activista con el mismo empeño que en su juventud. “Madrugaba, tomaba notas, hacía entrevistas. Tenía una fe inquebrantable en la palabra como herramienta para cambiar el mundo”.

Granés: “Prefirió ser fiel a sí mismo antes que no equivocarse”

El ensayista Carlos Granés, autor de varios trabajos sobre el pensamiento de Vargas Llosa, cerró el acto con una intervención centrada en la idea de vocación. “Solo quien elige una vocación puede vivir plenamente. Y Mario eligió la literatura como una forma de dignificar la existencia”, dijo.

Granés ha defendido que su pensamiento político nació de esa misma convicción: “No podía tolerar que se impidiera a los escritores ejercer su libertad. Por eso tomó partido, y por eso se expuso”. Ha añadido que Vargas Llosa fue “uno de los últimos intelectuales públicos que participaron del debate con coraje, sin miedo a equivocarse, sin esconderse detrás del silencio”.

También ha alertado sobre uno de los temas recurrentes en su obra: el peligro de convertir la ficción en ideología. “Cuando la imaginación se pone al servicio del poder, deja de ser liberadora. Eso es lo que él combatió siempre, desde la literatura y desde el pensamiento”.